miércoles, 29 de mayo de 2013

Ya es oficial

De Luis.NomemientasPortadayResumen_01

Ya puedes adquirir mi primer libro No me mientas espero que os guste y me dejéis vuestras impresiones

Mi primer libro publicado

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De Luis.NomemientasPortadayResumen_02

Ha costado mucho llegar aquí pero por fin esta en marcha, este va a ser mi primer libro publicado y estoy muy ilusionada y esperando una buena aceptación

martes, 28 de mayo de 2013

Relato para un concurso

8511442-vintage-papel-grungy-con-la-taza-de-cafe-y-el-humo   Di un sorbo a mi café y desaparecí hacia la habitación. Ella nunca recordaría que yo había estado en su cama aquella maravillosa noche. Me arrodillé frente a la cama y le coloqué un mechón tras la oreja. Dormida era realmente hermosa, físicamente igual que Marian, a la que hacia trescientos años atrás, había amado hasta vender mi alma por verla una sola vez más con vida.
No podía marcharme sin probar sus labios por última vez. Los rocé lentamente para no despertarla y si hubiera tenido corazón este se habría roto por el dolor. El demonio había cumplido su parte del trato. Me incorporé y la miré una vez más. Las sombras me reclamaban, podía notarlo.
Con el amanecer mi cuerpo se convirtió en humo. Vagaría por la tierra sin ser visto, trayéndole nuevas almas. Ese fue el trato, pero la de ella siempre estaría a salvo.

 

Vanesa De Luis


lunes, 27 de mayo de 2013

¿QUÉ SUEÑAN LAS MUJERES?

El despertador del móvil sonaba por segunda vez. Era increíble lo rápido que podían pasar diez minutos cuando una tiene sueño.

Se levantó de la cama estirándose y quejándose del dolor de espalda que la provocaba el dormir encogida toda la noche.

−Tengo que dejar de dormir contigo. –Murmuró mirando a su hijo de cinco años que dormía plácidamente ocupando toda la cama−. Ya no me acuerdo en qué momento de la noche me cambié de habitación. −Sonrió ante el comentario.

Desde el pasillo observó la habitación de matrimonio donde solo quedaba una cama desecha y vacía, Paco se había ido a trabajar, hoy ni siquiera le había oído marcharse. Se dio una ducha rápida, no fuera a ser que el pequeño ángel despertara y la llamara cuando se estuviera enjabonando la cabeza como la mayoría de las veces. Abrió el grifo de la ducha sin cerrar del todo la puerta del baño y esperó a que el agua caliente saliera empañando el espejo y caldeando el baño. Preparó su albornoz y vivamente se introdujo bajo la ducha.

Esta vez el angelito no la llamó, pudo terminar su rapiducha como ella la decía y vestirse tranquilamente. Se asomó de nuevo a ver a Mario, un poco sorprendida porque no se hubiera despertado. Dormía profundamente en su cama como dueño y señor, a pata suelta.

Echó un vistazo a su reloj, << hoy podría secarse el pelo >>, pensó. Quizás podía utilizar el secador. Sin perder tiempo se fue de nuevo al baño y al mínimo, comenzó a secarlo con el difusor. Había merecido la pena levantarse media hora antes. Siempre lo hacía pero hoy Mario seguía dormido, como debía ser.

Mientras terminaba de dar forma a su pelo, con un pequeño toque de espuma, un extraño pi… pi… pi… se metió en sus oídos. Apagó el secador y se quedó escuchando. Nada, silencio en toda casa. No le dio importancia y terminó de peinarse con los dedos. Le había quedado sorprendentemente bien. Hoy lo llevaría suelto, incluso se pintaría un poco.

Miró la hora, le daría a Mario diez minutos más antes de levantarlo para ir al colegio. Ventiló la habitación e hizo su cama, luego se fue a la cocina y metió en el lavavajillas los platos de la cena que la noche anterior no pudo fregar. Se calentó el café en el microondas pero el clin del café listo fue cambiado por pi… pi… Abrió y cerró la puerta esperando oírlo de nuevo, esta vez fue el clin de siempre. Era la segunda vez en la mañana que oía ese dichoso sonido, siguió sin darle importancia, se bebió su café sentada en la cocina sin prisas, como hacía mucho tiempo que no podía y después fue a despertar a Mario.

El ángel tenía un buen despertar. Le quitó el pijama y le vistió medio dormido mientras le hablaba dulcemente.

−Vamos, cariño, hoy por fin es viernes, mañana no madrugaremos.−<<Si tú quieres>> pensó. Los sábados el ángel tenía la manía de madrugar más que ningún día.

Le dio de desayunar para tardar menos, le lavó la cara, los dientes, le peinó y salieron por la puerta hacia el coche. Al llegar con Mario de la mano, su mochila en la otra, el bolso en el hombro medio colgado, la carpeta del trabajo llena de papeleo y el portátil, lo abrió con el mando como pudo pero no se oyó el clac de los seguros de las puertas si no un pi… pi… Miró a Mario. Este estaba apoyado en la puerta del coche, bostezaba a boca abierta.

−¿Lo has oído, cielo? −Le preguntó.

−¿El qué? –Contestó Mario medio adormilado.

−Ese extraño pi... −Cerró con el mando de nuevo esperando oír ese sonido, sin embargo, se oyó el clac de los seguros al cerrarse.

Volvió a hacerlo repetidas veces hasta que Mario la llamó.

−Mamá, ¿qué haces? –Su hijo la miraba extrañado.

−Nada hijo, sube.

Veinte minutos después estaba dando a Mario un beso en la puerta del colegio y deseándole feliz día. Hoy no lo recogería ella a la salida, iría su padre.

Atrapada en el atasco de siempre a la entrada de Madrid puso la radio para distraerse. Entrelazado en las voces de los locutores había un ruido de fondo, un pi... pi... pi... continuo que hacía que la emisora cada vez se escuchará peor. Comenzaba a asustarse, quizá fueran sus oídos. Se los tapó consiguiendo amortiguar la cacofonía. El sonido no venía de allí, si no de la radio, pensó aliviada al comprobar que sus oídos estaban perfectamente. Salía por los altavoces en un crescendo alocado y de golpe, la radio se sintonizó dejando escuchar la música que sonaba claramente. No quiso pensar que le estaba pasando, tenía demasiadas cosas que hacer.

En su trabajo como secretaria de un importante abogado no paró en toda la mañana y cuando se dio cuenta era la hora de comer. Le extrañó que Paco a estas horas no la hubiera llamado, él siempre lo hacía y a ella le gustaba; pese a que su madre siempre había dicho que era para controlarla, a ella le seguía gustando.

Su jefe la invitó a comer dándole las gracias por su fabuloso trabajo y antes de contestarle, un aviso se dibujó en su mente. “A Paco no le gustaría que comiera con él, a Paco no 1e gustaba…” El pensamiento se perdió.

−Comeré contigo. −Respondió a su jefe haciendo oídos sordos a aquella advertencia, que no sabía de dónde había salido.

Comieron algo rápido y volvieron a trabajar. Una hora más tarde su jefe salió de su despacho comunicándole que tenía que ir urgentemente al juzgado, que esperaba una visita en breve no programada en la agenda y necesitaba que ella los recibiera y no dejara que se fueran de la oficina, era muy importante. Ella asintió y él salió disculpándose con prisas por la puerta con su maletín. Media hora más tarde dos hombres bien vestidos entraron en la oficina preguntando por él.

−Acomódense señores, −les condujo al despacho de su jefe acomodándoles en los dos grandes sofás que había frente a la mesa escritorio−, Don Joaquín les esperaba pero ha tenido una urgencia. No tardará, si quieren un café o cualquier cosa mientras esperan, no tienen más que pedírmelo. −Les dedicó una sonrisa algo pícara.

De nuevo una alarma se activó en su mente diciendo. “A Paco no le gusta que sonrías a otros hombres. A Paco no le gus…” Pero qué demonios le estaba pasando hoy.

Los hombres la miraron con el ceño fruncido y ella se dio cuenta de que su sonrisa había desaparecido, estaba seria y con la mirada fija en ellos.

−No se preocupe, ¿señorita? −Preguntó uno de ellos.

−Señora. –Contestó algo áspera a la pregunta del cliente.

−Tomaremos algo fuera, no se moleste, señora. −Terminó el otro comenzando a levantarse.

−No es molestia. −La sonrisa volvió a su cara y su voz fue melosa otra vez−. Les traeré algo, un café, refresco o algo más fuerte.

−Ahí nos ha ganado, si tiene whisky somos todo suyos.

−Eso está hecho, ahora los traigo.

Los clientes se sentaron en los sillones de nuevo, relajados.

−¿Solos o con hielo? −Volvió a sonreír coquetamente.

−Con hielo. −Respondieron al unísono.

Se fue a prepararlos maldiciendo por dentro su locura de día y como la estaba influyendo. Su trabajo era muy importante para ella, había luchado mucho por ese puesto y por lo bien valorada que la tenía su jefe. No podía perder a estos clientes. Cuando volvió con las bebidas su jefe se encontraba estrechándoles las manos.

−Te puedes ir si quieres, yo tengo mucho que hablar con estos señores y se nos hará tarde. −Cogió los vasos de sus manos y se los dio a ambos, no sin antes guiñarla un ojo−. Creo que puedo prescindir de ti hasta mañana.

−Bien pues, hasta mañana. Un placer señores.

Los hombres se despidieron cortésmente, ella salió pero antes de cerrar la puerta del despacho miró a su jefe. Este gesticuló un gracias con los labios y un ya te cuento mañana. Ella asintió escondiendo una sonrisa y se preparó para marcharse. Se sentía realizada en su trabajo, alegre, llegaría a casa antes de tiempo y les daría a sus chicos una gran sorpresa. Revisó si llevaba todo y se colgó por último el bolso.

En ese mismo momento su móvil sonó dejándola helada. No era la melodía de Melendi que tanto le gusta a su pequeño sino el maldito pi... pi... pi... pi…pi… y de pronto Melendi... Porque te quiero como el mar, quiere al pez que nada dentro... Cortó la llamada sin mirar quien era y perdió el teléfono en el bolso deliberadamente. Con lo bien que la había ido el día, estas cosas la estaban martirizando. Se negó a sí misma a volver pensar en ello y salió de la oficina.

Anhelaba volver a casa, probablemente a las cinco tendría el mismo atasco para salir de Madrid que cuando entró, y así era. Hizo intención de encender la radio pero el recuerdo del pi… se reprodujo en su cabeza quitándole las ganas de ponerla. Se dedicó a mirar a los conductores de los otros coches. Observó que algunos la miraban y la sonreían al adelantarla, quizá todavía a sus cuarenta y dos años no había perdido ese sexapil y se sintió guapa pero la voz de su cabeza habló dura y mordaz. “No eres guapa... No vales para nada... Inútil…Si te viera Paco sonreír así, te bajaría los humos con una buena...”

Una intensa pitada del coche de atrás la sacó de aquel estado de hipnosis. Pidió perdón con la mano a través de la ventanilla y condujo, solo condujo.

Al llegar a casa, en el garaje con el motor apagado, pensó en todo lo que le había ocurrido durante el día. ¿De donde salía ese sonido que solo ella parecía oír? Jamás recordaba que Paco le hubiera prohibido o dicho semejantes cosas. Algo malo la pasaba, estaba segura de ello, entraría en casa y le contaría todo a Paco.

Entró en casa, y dijo hola tímidamente. No sabía si ellos habían llegado. Enseguida Mario llegó corriendo y sin dejarla soltar las cosas que tenía en las manos se le echó encima.

−Mama, por fin llegas, papá me está contando un cuento.

Sus males desaparecieron al abrazar a su hijo con fuerza.

−Cariño, ¿qué tal el día?

Paco estaba de pie mirándola con una sonrisa y el libro que leía a Mario en sus manos. Ella volvió a abrazar a su ángel fuertemente.

−¿Pasa algo? –Le preguntó Paco preocupado− ¿Cariño?

−No, ahora no. −Ella se levantó apretando la mano de su hijo y besando a su marido como si fuera la primera vez que lo hacía. −Cuéntame a mí también el cuento antes de que vaya a preparar la cena.

−Relájate, Mario y yo hemos decidido que hoy la cena la haríamos nosotros. –Su marido la besó en el carrillo con dulzura.

−Eso suena la mar de bien.

Se dejó caer en el sofá con su marido y su hijo a cada lado y cerró los ojos, se encontraba feliz.

En la unidad de cuidados intensivos solo se oía el pi…pi…pi…pi… de los monitores cardiacos hasta que uno produjo un sonoro pi… piiiiiiii. Las enfermeras salieron corriendo hacia el box. La mujer que se encontraba allí tenía cuarenta y dos años, la última víctima de maltrato de género. El marido la había propinado tal paliza que la había dejado en coma.

−¡Vamos cariño!, ¡no te rindas! −La enfermera junto al médico de guardia que ayudaba en la reanimación, hablaba a la paciente.

Después de unos segundos estresantes, el monitor volvió a su pi…pi…pi… Las constantes vitales volvían a la normalidad. El médico se retiró dando nuevas instrucciones a las enfermeras de medicación y cuidados, pero la más joven se quedó atrás mirando a aquella mujer.

−Tania, ¿qué haces? Tenemos que hacer la ronda por la planta. −Otra enfermera se acercó a ella−. Tiene un corazón fuerte.

−¿Crees que sueña estando en coma? –Preguntó Tania.

−Espero que sí.

−¿Y en qué puede soñar una mujer que ha sido maltratada así?

−Ojalá sueñe con una vida feliz, que es lo que no tuvo. Un marido que la quiera, que la ayude, quizá un hijo, quién sabe. −Puso su mano en el hombro de la joven enfermera−. Vamos, dejémosla soñar, ya no hay nada que podamos hacer por ella, solo esperar.

 

“Este relato fue ganador del Segundo Premio de Relatos de la Asociación Fuenlabreñas en 2011”

Mi llegada a la escritura

¿Cómo comencé a escribir? Casi por casualidad, como todas las cosas buenas. Tengo una teoría; si lo esperas y lo planeas, la mayoría de las veces saldrá mal. Cierto que esto tampoco se cumple, pero el destino conmigo parece tener esa predilección. Si planeo una excursión a campo abierto, aunque sea agosto, lloverá. Tengo testigos que afirmarán a mí favor. Entre ellos, algunos que han pasado varias veces por situaciones parecidas me llaman: “la llamadora de la lluvia”. Otro ejemplo sería: si arreglo un encuentro con demasiado tiempo de antelación, faltaran la mayor parte de la gente días antes y tendré que comenzar todo de nuevo, desesperada. Y así podría estar todo el día. Sin embargo, cuando la ocasión surge sola, todo me sale bien.

Esto me lleva a la pregunta del principio. ¿Cómo llegué a escribir? Me apunté a informática pero por un fallo del ordenador me pusieron en Creación Literaria. Y allí aparecí yo, por eso de no perder la plaza. Siempre me ha gustado leer, ¡pero escribir! ¡Uf!

Poco a poco descubrí que se me daba bien. Me sentaba frente al ordenador y las palabras fluían solas. Sorprendentemente me gustaba y me resultaba fácil. En el primer año gané mi primer premio. Al siguiente, publiqué un libro de relatos junto a mis compañeras, donde Lorenzo Silva y Carlos Isidro Muñoz de la Espada, amigo en esta odisea, fueron nuestros prologuistas. Este año he ganado un tercer premio y publicaré mi primera novela en ebook dentro de poco.

Solo puedo decir ¡Guau!